
Verano de 1999. Un siglo acaba y otro comienza, borrando poco a poco las huellas de un pasado que se resiste a marchar. Y esto es lo que ocurre con dos de los protagonistas de esta novela. D. Augusto Maldonado, juez de la Audiencia Provincial de Barcelona, representa los valores y las carencias del siglo que termina. Es un hombre orgulloso que teme a la vejez y a la muerte y que luchará sin escrúpulos contra su hijo por el amor de Lucía. Ella le hace comprender, tal vez demasiado tarde, que el éxito profesional oculta a veces la más amarga soledad. Entonces decide ponerse en marcha y hacer suyas las palabras de Oscar Wilde “Si quieres volver a ser joven, comete las mismas locuras que cometías cuando eras joven”. En cuanto a su hijo Augusto -cuyo perfil es aparentemente insignificante: un pintor fracasado y una persona noble pero sin pretensiones- acaba siendo el paradigma de ese nuevo siglo que puja con su savia joven y desplaza los viejos esquemas burgueses y acomplejados. Su pasividad y su confusión irán cediendo a medida que aprende a vivir sin la sombra protectora y asfixiante del padre, que se interpone entre él y su destino. En la novela se plantea además un enigma que tiene que ver con Lucía. Un enigma resuelto con maestría al final de sus páginas, y que invita al lector a permanecer atento a los detalles que aparecen a modo de pistas a lo largo de esta hermosa historia.